Teníamos 28 años yo y 32 él, llevábamos 2 años casados, queríamos tener un hijo. Hasta ahí creo que podríamos haber sido como cientos de parejas.
Yo no conseguía quedarme embarazada, o él no conseguía dejarme embarazada, qué importa de cual de los dos fuera el problema, era de los dos, así que decidimos consultar a un ginecólogo.
El día antes de ir, fue como si hubiéramos querido darnos una última oportunidad de poder algo entre nosotros, nos besamos apasionadamente, y nos excitamos, como siempre, casi hasta el dolor de cabeza, pero no pudimos nada, no había manera de que yo me relajara, así que terminamos como pudimos y yo me fui a la cama, y me dormí llorando.
Cuando llegué al ginecólogo, fue la misma impotencia, era imposible llegar con el espéculo de exploración porque yo estaba totalmente cerrada. La ginecóloga me mandó directamente a un psicoanalista después de decirme que lo que tenía era vaginismo y que aquello era de causa psíquica.
Ahí empezó el viaje. Fui descubriendo que estaba llena de prejuicios acerca del sexo, incluso de temor a la contaminación, a que algo ajeno penetrara en mí, miles de fantasías en torno a la penetración, que seguramente mi analista sabrá relatar mucho mejor que yo. ¡Era una frígida mental!, en realidad, me di cuenta de que cuando estudiaba siempre decía que “no me entraban las cosas” o cuando alguien pensaba muy diferente de mí decía “no me entra en la cabeza”. Mis amigas me decían: "eres un poco estrecha de miras, Paulita, hija, relájate". Me reí mucho el día que descubrí esto en sesión, esa noche la cosa avanzó mucho más de lo habitual, y mi resistencia fue cediendo poco a poco, con cada descubrimiento en mi análisis.
El deseo de tener un hijo, se hacía cada vez más secundario, porque yo iba descubriendo junto con mi marido el placer sexual que hasta entonces me había sido vedado, aquello que antes hacía matemáticamente, buscando el hijo, en días próximos a la ovulación, en posiciones imposibles, midiendo mi temperatura, dejó de ser un suplicio programado y se convirtió en un juego lleno de sensualidad.
Me asusté un poco cuando empezó a gustarme mucho un compañero de trabajo, nunca había sentido la necesidad de estar con otro hombre que no fuera mi esposo, pero luego me di cuenta que no era tanto el compañero, sino la intensidad de mi deseo sexual libre, el descubrimiento de mi propia sexualidad.
Así jugando, un día, me quedé embarazada, como siempre me había dicho mi analista: “Primero tiene que aprender a gozar de hacer el amor (seguro que ella diría que nunca me dijo esa frase, pero yo la recuerdo así) y después, vendrá el hijo. Si gozo estudiando, apruebo el examen con facilidad, pero si estudio para aprobar el examen, me será mucho más difícil aprobar y sacar nota. Y sacamos nota, mi marido y yo, Isabel es una niña preciosa. Y yo soy una mujer libre para elegir cómo y cuando mi deseo se enreda en otro deseo, sin temor.
Yo no conseguía quedarme embarazada, o él no conseguía dejarme embarazada, qué importa de cual de los dos fuera el problema, era de los dos, así que decidimos consultar a un ginecólogo.
El día antes de ir, fue como si hubiéramos querido darnos una última oportunidad de poder algo entre nosotros, nos besamos apasionadamente, y nos excitamos, como siempre, casi hasta el dolor de cabeza, pero no pudimos nada, no había manera de que yo me relajara, así que terminamos como pudimos y yo me fui a la cama, y me dormí llorando.
Cuando llegué al ginecólogo, fue la misma impotencia, era imposible llegar con el espéculo de exploración porque yo estaba totalmente cerrada. La ginecóloga me mandó directamente a un psicoanalista después de decirme que lo que tenía era vaginismo y que aquello era de causa psíquica.
Ahí empezó el viaje. Fui descubriendo que estaba llena de prejuicios acerca del sexo, incluso de temor a la contaminación, a que algo ajeno penetrara en mí, miles de fantasías en torno a la penetración, que seguramente mi analista sabrá relatar mucho mejor que yo. ¡Era una frígida mental!, en realidad, me di cuenta de que cuando estudiaba siempre decía que “no me entraban las cosas” o cuando alguien pensaba muy diferente de mí decía “no me entra en la cabeza”. Mis amigas me decían: "eres un poco estrecha de miras, Paulita, hija, relájate". Me reí mucho el día que descubrí esto en sesión, esa noche la cosa avanzó mucho más de lo habitual, y mi resistencia fue cediendo poco a poco, con cada descubrimiento en mi análisis.
El deseo de tener un hijo, se hacía cada vez más secundario, porque yo iba descubriendo junto con mi marido el placer sexual que hasta entonces me había sido vedado, aquello que antes hacía matemáticamente, buscando el hijo, en días próximos a la ovulación, en posiciones imposibles, midiendo mi temperatura, dejó de ser un suplicio programado y se convirtió en un juego lleno de sensualidad.
Me asusté un poco cuando empezó a gustarme mucho un compañero de trabajo, nunca había sentido la necesidad de estar con otro hombre que no fuera mi esposo, pero luego me di cuenta que no era tanto el compañero, sino la intensidad de mi deseo sexual libre, el descubrimiento de mi propia sexualidad.
Así jugando, un día, me quedé embarazada, como siempre me había dicho mi analista: “Primero tiene que aprender a gozar de hacer el amor (seguro que ella diría que nunca me dijo esa frase, pero yo la recuerdo así) y después, vendrá el hijo. Si gozo estudiando, apruebo el examen con facilidad, pero si estudio para aprobar el examen, me será mucho más difícil aprobar y sacar nota. Y sacamos nota, mi marido y yo, Isabel es una niña preciosa. Y yo soy una mujer libre para elegir cómo y cuando mi deseo se enreda en otro deseo, sin temor.
Alejandra, cuánta verdad encierra este relato.
ResponderEliminarDespués de tener a mi primer hijo, me tuvieron que dar muchos puntos por dentro y por fuera, y las primeras relaciones con mi ex marido eran dolorosas, porque sin darme cuenta cerraba la vagina, tan sencillo como eso. Y es bueno, que las mujeres sepan hacer ejercicios de abrir y contraer la vagina, incluso haciéndolo cuando se tienen relaciones sexuales, resulta muy placentero para el compañero y para una misma, es muy importante conocer nuestro cuerpo, estoy convencida que no habiendo causa física, no existe más frigidez, que la que está en nuestra mente.
Un fuerte abrazo.
A ver si funciona el invento, ayer otra persona me pidió lo mismo que tú.
Le doy y veremos si te queda el comentario registrado.
Maite
No te preocupes, creo que se debe, a que la red está saturada, cosas de la informática.
ResponderEliminarbesiños neniña
Maite
Gracias Maite, por pasarte, por comentar y por el cable, grace mile. baccio.
ResponderEliminarHola Ale, como estas tanto tiempo...
ResponderEliminarVeo que sigues muy activa!!!
Te cuento que me ha ido de por mas muy bien!!!
He leido 6 poemas mios, y he recibido muy muchas felicitaciones...Un nuevo amanecer para mi !!! Tu me has ayudado mucho, he aprendido de ti...
Catamarca me ha regalado un beso, prestame tus labios mujer, para compartir contigo, este regalo del cielo.
Un beso Ale y ya te ire contando lo que he vivido.
Hola Goyo: Me alegro que haya sido tan genial tu viaje a Catamarca.
ResponderEliminarUn beso.
Me ah encantad tu realto, como siempre enseñas, aunqe esta vez has escogido escribir un bello relato para mostrarnos lo que es la frigidez mental.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Jose, un abrazo
ResponderEliminarHola...me presento, soy Marina Pastor"Emer"
ResponderEliminarVengo a saludarte y felicitarte por los textos tan interesantes que he leido en tu post,ya me inscribí como seguidora de tu blog,te visitaré seguida-mente.
Un abrazo.
Marina