Los resultados, los resultados son óptimos, lo que no es óptimo es mi estado de ánimo para poder evaluar positivamente los resultados positivos.
Del libro Aforismos y decires, de Miguel Menassa
Creo que esto que me pasa Freud lo habría llamado la perturbación del pensamiento por el afecto, aunque también me atraía encasillarme entre los que fracasan al triunfar, la cuestión era darle alguna explicación a aquél estado tan desagradable.
Nos habíamos levantado tarde, era domingo, mi esposa dormía en la cama, y emitía un sonido como un suave ronquido apenas perceptible, que siempre me había parecido cautivante. Le besé la frente y me dirigí al cuarto de baño. Seguía sin entender mi estado de ánimo.
Tumbada en la cama, estaba la mujer con la que había soñado desde siempre. Jamás confié en que se casara conmigo, y cuando me dijo que sí, apenas podía creerlo. Después vino el ascenso de categoría, pasamos de segunda a primera mi primer año como entrenador del equipo, y el segundo alcanzamos los primeros puestos, Judith se quedó embarazada y tuvimos un bebé rozagante al que llamamos MiKel, por esa época yo ya no me encontraba bien.
Todo empezó por esa sensación de despersonalización extraña, me miraba en el espejo y no me reconocía, era un extraño el de la imagen en el espejo, ni uno de sus rasgos coincidían con los míos y sin embargo, era yo el que me estaba mirando en el azogue. Un día iba conduciendo desde el campo de entrenamiento a mi casa, y de repente me dije: ¡Qué raro!, llevo las ventanillas subidas y sin embargo, el aire me está dando en la cara, miré a derecha y a izquierda y estaba subido sobre el techo del coche, el misterio era ¿quién conducía?, al principio me aterroricé, durante unos segundos, después resolví que debía tratarse de una alucinación, y eso me calmó un instante: debo ser yo el que conduce entonces, concluí, pero al instante, la inquietud volvió, ¿porqué estoy alucinando?. Paré el coche en el arcén para tomar aire y recordé que el médico del equipo, un chileno encantador y un genio en Medicina del Deporte, me había ofrecido una calada de algo que se fumaba y que yo no sabía exactamente de qué se trataba.
No debía ser correcta la atribución, porque días después me volvió a suceder en un restaurante, cenando con mis colegas, y esta vez, les aseguro que no había fumado nada de nada. Desde aquel día del coche pensé que aquello no era para mí. Como os contaba, comía ese día con el equipo, a mi derecha estaba Jaime, el médico Chileno, y a mi izquierda Celine, la psicoanalista del equipo. El tenedor comenzó a doblarse, lo cogía y se desplomaba como un jacinto deshidratado, el mango era tan endeble como el tallo de la flor, al principio intenté recomponerlo, lo tomaba del tridente flexionado, y lo colocaba en su sitio, pero al soltarlo, volvía a caer como despeñándose. Miré a Jaime y le dije: ¿ves el tenedor? Se dobla. Yo le había relatado la escena con el coche, me miró y sólo acertó a decir: ¿fumaste?. Le dije: esta vez no. Miró a Celine y le dijo: este es para ti, Celine, y así fue como comencé mi tratamiento psicoanalítico.
Del libro Aforismos y decires, de Miguel Menassa
Creo que esto que me pasa Freud lo habría llamado la perturbación del pensamiento por el afecto, aunque también me atraía encasillarme entre los que fracasan al triunfar, la cuestión era darle alguna explicación a aquél estado tan desagradable.
Nos habíamos levantado tarde, era domingo, mi esposa dormía en la cama, y emitía un sonido como un suave ronquido apenas perceptible, que siempre me había parecido cautivante. Le besé la frente y me dirigí al cuarto de baño. Seguía sin entender mi estado de ánimo.
Tumbada en la cama, estaba la mujer con la que había soñado desde siempre. Jamás confié en que se casara conmigo, y cuando me dijo que sí, apenas podía creerlo. Después vino el ascenso de categoría, pasamos de segunda a primera mi primer año como entrenador del equipo, y el segundo alcanzamos los primeros puestos, Judith se quedó embarazada y tuvimos un bebé rozagante al que llamamos MiKel, por esa época yo ya no me encontraba bien.
Todo empezó por esa sensación de despersonalización extraña, me miraba en el espejo y no me reconocía, era un extraño el de la imagen en el espejo, ni uno de sus rasgos coincidían con los míos y sin embargo, era yo el que me estaba mirando en el azogue. Un día iba conduciendo desde el campo de entrenamiento a mi casa, y de repente me dije: ¡Qué raro!, llevo las ventanillas subidas y sin embargo, el aire me está dando en la cara, miré a derecha y a izquierda y estaba subido sobre el techo del coche, el misterio era ¿quién conducía?, al principio me aterroricé, durante unos segundos, después resolví que debía tratarse de una alucinación, y eso me calmó un instante: debo ser yo el que conduce entonces, concluí, pero al instante, la inquietud volvió, ¿porqué estoy alucinando?. Paré el coche en el arcén para tomar aire y recordé que el médico del equipo, un chileno encantador y un genio en Medicina del Deporte, me había ofrecido una calada de algo que se fumaba y que yo no sabía exactamente de qué se trataba.
No debía ser correcta la atribución, porque días después me volvió a suceder en un restaurante, cenando con mis colegas, y esta vez, les aseguro que no había fumado nada de nada. Desde aquel día del coche pensé que aquello no era para mí. Como os contaba, comía ese día con el equipo, a mi derecha estaba Jaime, el médico Chileno, y a mi izquierda Celine, la psicoanalista del equipo. El tenedor comenzó a doblarse, lo cogía y se desplomaba como un jacinto deshidratado, el mango era tan endeble como el tallo de la flor, al principio intenté recomponerlo, lo tomaba del tridente flexionado, y lo colocaba en su sitio, pero al soltarlo, volvía a caer como despeñándose. Miré a Jaime y le dije: ¿ves el tenedor? Se dobla. Yo le había relatado la escena con el coche, me miró y sólo acertó a decir: ¿fumaste?. Le dije: esta vez no. Miró a Celine y le dijo: este es para ti, Celine, y así fue como comencé mi tratamiento psicoanalítico.
Entre sueño y realidad, la puerta de todos los milagros... Me gustó, saludos!
ResponderEliminarRealmente un muy buen post!
ResponderEliminarGracias Miguel. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Carla, la verdad que es un género no muy cultivado por mí, soy más poeta y ensayista que narradora, pero me divierte no saber y arriesgarme.
ResponderEliminarUn beso y gracias por tu comentario