lunes, 2 de febrero de 2009

El MALTRATO FAMILIAR 3. CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA DE LA CULPA


Cuadro: Las tres edades de la mujer (fragmento), de Gustav Klimt, reproducción de Alejandra Menassa.
Como ya habíamos señalado la culpa es algo inherente a lo humano, forma parte de nuestra constitución como deseantes, habita en nosotros como un sentimiento más y en muchas ocasiones dirige nuestros actos.
Un sujeto puede sentirse agobiado por un sentimiento de culpabilidad que sólo encontraríamos justificado en un asesino varias veces reincidente, y haber sido siempre, sin embargo, el hombre más respetuoso y escrupuloso para con sus semejantes, lo que nos muestra que la culpa no tiene relación con faltas reales.
Pero entonces, ¿de qué nos sentimos culpables? Una escena que podemos observar con cierta frecuencia en la infancia nos puede mostrar el camino: un niño al cual se le reprocha una falta niega resueltamente la culpa, pero al mismo tiempo llora como un pecador convicto. Podríamos pensar, quizá, que el niño miente al asegurar su inocencia, pero el caso puede ser muy otro. El niño no ha cometido la falta que se le atribuye; pero sí, en cambio, otra que ignoramos y de la que, evidentemente no le inculpamos. Niega, pues, su culpabilidad -en cuanto a la una- pero, al mismo tiempo, delata su sentimiento de culpabilidad por la otra.
El adulto se conduce en este punto, en relación con el sentimiento de culpa, como el niño que acabamos de describir. Su culpa no tiene que ver con hechos reales, pero sí posee una base real. Se funda en intenciones inconscientes y permanece inconsciente.
Si bien la culpa puede proceder, evidentemente, de un acto de violencia efectivamente realizado, también puede proceder de uno simplemente fantaseado. Mientras el sentimiento de culpa emanado del remordimiento por la mala acción, siempre es consciente, el fantaseado, permanece inconsciente
Para aproximarnos al sentimiento de culpa que habita en cada uno de nosotros tenemos que retrotraernos a nuestra constitución como sujetos deseantes.
Tanto para la niña como para el niño, el primer objeto amoroso es la madre. Ambos pasan por varias etapas: se enamoran de la madre, se enamoran del padre, o de sus sustitutos. Seguro que todos hemos oído alguna vez a algún niño decir: cuando sea mayor me casaré con mamá. Y también se identifican con la madre y con el padre, como se expresa en la frase: yo, cuando sea mayor quiero ser ingeniero como papá. Podemos decir que es en la familia donde se aprenden los primeros modelos de hombre, de mujer, de padre y de madre.
Pero la relación con el padre es ambivalente, el niño quiere tener a la madre para sí solo, la presencia del padre le contraría, se enfurruña cuando el mismo da a la madre muestras de ternura y no esconde su satisfacción cuando su progenitor se halla ausente o parte de viaje, abriga en su fuero interno el deseo de muerte del padre (para el niño, el que se muere desaparece, se marcha, ni siquiera saben que para siempre. No tiene la muerte para él ninguna de las connotaciones que luego tendrá para el adulto. Un niño cuyo padre había muerto, dijo: Entiendo que papá se haya muerto. pero no comprendo porqué no viene a cenar esta noche). En otras ocasiones muestra una gran ternura para con el padre. Estas actitudes sentimentales ambivalentes, que en el adulto entrarían fatalmente en conflicto, se concilian muy bien y durante largo tiempo en el niño, del mismo modo que en épocas posteriores continúan perdurando lado a lado en lo inconsciente.
En un momento dado, el niño llega a comprender que la tentativa de suprimir al padre como a un rival sería castigada por aquél con la castración. Por miedo a la castración, o miedo a perder el cariño de los cuidadores, abandona el deseo de poseer a la madre y suprimir al padre (complejo de castración). Pero tal deseo permanece conservado en lo inconsciente, constituye la base del sentimiento de culpabilidad. El parricidio es el crimen capital y primordial, tanto de la Humanidad como del individuo. Es la fuente principal del sentimiento de culpabilidad.
Los niños padecen de una culpa antes del complejo de castración, que nada tiene que ver con el sentimiento de culpabilidad inconsciente. Una culpa cuya fuente es su relación con la madre, esa relación de la cual el niño depende en su totalidad. Saberse amado por ella hace desaparecer todo peligro. Por el contrario, cuando ella se aleja o él se siente rechazado, son momentos vividos por el niño como de extremo peligro, temiendo que ese ser todopoderoso que es para él su madre, ahora sea un enemigo, ahora quiera devorarlo o algo peor.
Después del complejo de castración el sentimiento de culpabilidad es inconsciente, sólo sabemos de él por sus efectos. Se expresa como necesidad inconsciente de castigo. Así por ejemplo, se sabe de la existencia de delincuentes por sentimiento de culpa, en los que la culpa es previa a la realización del delito, es la culpa la que les lleva a cometer un delito por el que ser castigados, con lo que calman el sentimiento inconsciente de culpa. En otras ocasiones observamos a enfermos que están “tranquilos” en su enfermedad porque viven la enfermedad como un castigo, etc. El sujeto se castiga a sí mismo con una elección matrimonial poco afortunada, pierde su fortuna o acepta como un castigo del Destino una larga o peligrosa enfermedad orgánica. En los niños podemos observar directamente que “son malos” para provocar el castigo, y una vez obtenido éste, se muestran tranquilos y contentos.

5 comentarios:

  1. Interesante el texto, yo creo que la infancia nos condiciona mucho; me parece muy acertada la idea de que actuamos en consecuencia de un sentimiento de culpa

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  2. Muy importante lo que escribiste, me interesaría si tienes más artículos aclaratorios sobre esto. Principalmente cuando escribes: "En los niños podemos observar directamente que “son malos” para provocar el castigo, y una vez obtenido éste, se muestran tranquilos y contentos."
    Es algo que me tiene preocupada.
    Un abrazo Marta

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  3. Hola Miguel: en efecto, lo ideal sería que la culpa no dirigiera nuestros actos. Pero a veces hace falta psicoanalizarse para saber cómo manejarla.
    Un saludo y gracias

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  4. Hola Marta: los niños pueden sentir culpa a veces por los deseos que sienten hacia la madre, y creen que si el padre se enterara de cuanto quieren a mamá se enfadaría mucho, y a veces se comportan mal para recibir un cachete, o un castigo y eso les tranquiliza la culpa un rato, pero no soluciona el problema. Eso no quiere decir que haya que pegarles, porque si se les castiga es como si quedase permitido seguir saltándose la ley. Ahora ya me han castigado, ya tengo permiso para seguir "siendo malo". Con los niños, paciencia, y dejarles crecer sin molestarlos mucho, en general todo lo que les pasa es transitorio, los pequeños síntomas de la infancia (hacerse pis en la cama, tener miedo a la oscuridad...) se va pasando con el propio crecimiento. No sé si te contesté algo, el artículo va a seguir y hay un caso al final que explica un poco este tema de los niños que buscan ser castigados.
    Un beso Marta, seguimos conversando

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  5. Hola Alejandra
    Te envíe las gracias en forma personal a tu casilla de correo.
    besos

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