Cuadro de Dalí. Mi esposa desnuda.
Durante todo el siglo XIX y hasta mediados del XX, se postuló que las mujeres eran una raza inferior a los hombres, y partiendo de esta premisa, y cumpliendo más bien los propios deseos de hegemonía masculina que los postulados de la ciencia, se realizaron múltiples trabajos con la intención de demostrar esta “verdad biológica”.
Broca, junto con Romanes fueron algunos de los más apasionados defensores de esta inferioridad biológica de la mujer. La Frenología y la craneología, estudiaron el tamaño de cráneo y cerebro para concluir que las mujeres, con un 10% menos de masa cerebral que los hombres, tenían una incapacidad biológica e innata para pensar. El asunto se había convertido así en una cuestión de tamaño. Ahora sabemos que más grande no significa necesariamente mejor, la ausencia del tornillo más pequeño de una enorme maquinaria, puede hacer que esta no funcione.
Una crítica importante a la craneología vino de la mano de Karl Pearson y sus alumnas del University College de Londres, Alice Lee y Marie Lewnz, dos de las primeras mujeres científicas, aplicando métodos estadísticos al estudio de la biología y la psicología, analizaron a hombres y mujeres y compararon su diámetro craneal con su rendimiento intelectual, no encontrando correlación ninguna. Conclusión: el tamaño no es lo más importante y no determina la función.
Algunos también quisieron emplear la termodinámica para unirse a esta moda de demostrar que la mujer era un ser inferior comparable a otras “razas”, como los negros y los asiáticos o a los inmaduros niños (argüían que la mujer sólo se desarrolla intelectualmente hasta la pubertad, siendo una eterna adolescente). Bajo el principio de constancia, un principio de la química, que nos dice que la energía no se crea ni se destruye, se transforma, esta vez fue una mujer: Miss Hardaker, la que dedujo, que siendo la energía una constante, si la mujer la derrochaba en el estudio, sería en detrimento de la maternidad. La prevención ante la amenaza sobre el fin de la especie si la mujer accedía a los estudios universitarios, que le estaban vedados hasta entonces, no se hizo esperar.
En esta difícil situación, arguyendo cuestiones que en ocasiones podían incluso parecer que pretendían cuidar y proteger a la mujer, hacerle un bien, como que ella era un ser débil, más expuesto a las infecciones, motivo por el cual se le prohibió ejercer la Medicina, en 1812 se graduó el Dr. James Barry en la escuela de Medicina de Edimburgo, y pasó a ser Cirujano Mayor e Inspector General de Hospitales de la Armada Británica, incluso prestó sus servicios en la batalla de Waterloo, gozó de notable reputación como cirujano durante 50 años. Era de modales bruscos, corta estatura, voz aguda, lampiño y al morir, su autopsia demostró que era una mujer (Miranda Stuart); el Departamento de Guerra y la Asociación Médica quedaron tan confundidos que el hallazgo no se divulgó y fue enterrada oficialmente como hombre...
Broca, junto con Romanes fueron algunos de los más apasionados defensores de esta inferioridad biológica de la mujer. La Frenología y la craneología, estudiaron el tamaño de cráneo y cerebro para concluir que las mujeres, con un 10% menos de masa cerebral que los hombres, tenían una incapacidad biológica e innata para pensar. El asunto se había convertido así en una cuestión de tamaño. Ahora sabemos que más grande no significa necesariamente mejor, la ausencia del tornillo más pequeño de una enorme maquinaria, puede hacer que esta no funcione.
Una crítica importante a la craneología vino de la mano de Karl Pearson y sus alumnas del University College de Londres, Alice Lee y Marie Lewnz, dos de las primeras mujeres científicas, aplicando métodos estadísticos al estudio de la biología y la psicología, analizaron a hombres y mujeres y compararon su diámetro craneal con su rendimiento intelectual, no encontrando correlación ninguna. Conclusión: el tamaño no es lo más importante y no determina la función.
Algunos también quisieron emplear la termodinámica para unirse a esta moda de demostrar que la mujer era un ser inferior comparable a otras “razas”, como los negros y los asiáticos o a los inmaduros niños (argüían que la mujer sólo se desarrolla intelectualmente hasta la pubertad, siendo una eterna adolescente). Bajo el principio de constancia, un principio de la química, que nos dice que la energía no se crea ni se destruye, se transforma, esta vez fue una mujer: Miss Hardaker, la que dedujo, que siendo la energía una constante, si la mujer la derrochaba en el estudio, sería en detrimento de la maternidad. La prevención ante la amenaza sobre el fin de la especie si la mujer accedía a los estudios universitarios, que le estaban vedados hasta entonces, no se hizo esperar.
En esta difícil situación, arguyendo cuestiones que en ocasiones podían incluso parecer que pretendían cuidar y proteger a la mujer, hacerle un bien, como que ella era un ser débil, más expuesto a las infecciones, motivo por el cual se le prohibió ejercer la Medicina, en 1812 se graduó el Dr. James Barry en la escuela de Medicina de Edimburgo, y pasó a ser Cirujano Mayor e Inspector General de Hospitales de la Armada Británica, incluso prestó sus servicios en la batalla de Waterloo, gozó de notable reputación como cirujano durante 50 años. Era de modales bruscos, corta estatura, voz aguda, lampiño y al morir, su autopsia demostró que era una mujer (Miranda Stuart); el Departamento de Guerra y la Asociación Médica quedaron tan confundidos que el hallazgo no se divulgó y fue enterrada oficialmente como hombre...
Hola Ale !
ResponderEliminarQue interesante no conocìa esta parte de la historia y que fuerte para aquella mujer que tuvo que renunciar casi a su cuerpo "social" para representar lo que sì se aceptaba en esa època, ahora bien , pienso en el tema de la conciliaciòn de la vida laboral con la familiar y vuelvo a pensar cuànto del sistema hay puesto para que èstas dificultades no puedan superarse y uno en ese caminito va encontrando estrategias para hacerse pequeños huecos dentro de un sistema
Un abrazo y nos seguimos leyendo
Sin seudónimos innecesarios
ResponderEliminarDe nuevo hago acopio de los datos,que expones en tu artículo.
Los tiempos han cambiado,eso Afortunadamente para Nosotras las Mujeres,es casi un respiro.
Mirando hacia atrás,es ineludible el llegar a sentirse "impotente" en el aspecto de haber tenido que batallar sin tregua,por Derechos que Siempre Deberian de haber sido Propios.
Nadie es Inferior a Nadie.
Ni Razas,Ni Colores,Ni Condición,Tendrian que estar de constante Demostrando Su Valía.
Al Igual,que Nadie es Mejor que Nadie.
Cada Cual,da Igual que sea Hombre o Mujer,Posee Sus Virtudes y Sus Defectos,Sus Capacidades y Sus Carencias,(Hablo a Nivel Intelectual).
Y por Mucho que al día de Hoy se haya "avanzado"...
Yo sigo Sin Comprender la "Guerra" entre los sexos por continuar aferrándose a argumentar "Superioridades",que a veces son Tan Vanales.
Gracias de nuevo por cuanto publicas.
Recibe un Saludo muy Cordial de:
Ángeles Martín.
Ayyyyy... que bueno que la historia misma se encargó de dar a entender que no somos una raza inferior y que eso está muy, muy, muuuuy lejos de ser así...
ResponderEliminarUn abrazo Alejandra, te dejo un fuerte abrazo y rica vibra para tu inicio de semana. besos.
vamos mujeres que ganareis la batalla !!!
ResponderEliminarPero no os preocupeis que ya son mucho mas bonitas que nosotros...
que no haya guerra, y si mucho amor y pasion entre los sexos..
un beso amiga
Hola Vero: si,como decía Lenin, el sistema siempre tiene eslabones débiles por donde colarse. A mí lo que me impresionó de Miranda fue lo claro que tenía su deseo de ser médico, se saltó hasta el obstáculo que suponía entonces su feminidad. Es conmovedor, o al menos amí me lo parece.
ResponderEliminarUn abrazo, me alegra siempre leerte por aquí.
Hola Ángeles, siguiendo tus palabras, tan improductivo y estúpido es el machismo (o idea de la inferioridad de la mujer) como el hembrismo (o idea de la inferioridad del hombre), resumiendo ambos términos.
ResponderEliminarUn mundo con hombres y mujeres conviviendo en paz y produciendo juntos sería lo deseable.Un abrazo y gracias por pasarte
Hola Natalia. Un gusto tenerte por aquí, gracias. Comenzando con fuerza esta semana
ResponderEliminarYa me conoces lo suficiente para saber que con eso de la pasión entre los sexos estoy muy de acuerdo. Insisto que para mí no hay ninguna guerra, los hombres son compañeros. Pero es cierto que no ha sido siempre así, y que no podemos ignorar que hay aún mucho machismo inconsciente y no tan inconsciente, tanto en hombres como en mujeres.
ResponderEliminarEstupendo lo que aprendo contigo. Sé que me repito, pero es que es la verdad.
ResponderEliminarPor supuesto me parece una barbaridad que hasta hace tan poco tiempo se haya pensado que la mujer es una ser inferior. Cuando por ejemplo, aquí en España tenemos el ejemplo de Carlos I, que siempre dejó como regente de España a una mujer, su esposa o su hija, incluso haciendo lo mismo su hijo Felipe II. Y no es que se tomaran la labor de reinar a broma, es que conocían la capacidad de las mujeres de su familia para tomar decisiones y saber así gobernar con buen juicio.
Un gran saludo.
Excelente artículo. Me es grato constatar, que los hechos hablan por si solos. Aquí en América la poetiza Sor Juana Inés de la cruz se vistió de hombre para poder estudiar, y después ya de monja y gran escritora tenia una biblioteca envidiable. Se dice que en su caso era sumamente hermosa y con una inteligencia superior a muchos Hombres y Mujeres, y que le sobraban galanes, pero desgraciadamente era hija ilegitima de un europeo con una americana (tierra americana) y eso también la hacia inferior ante los grandes señores para desposarla.
ResponderEliminarLa humanidad, ha tenido que ir abriendo camino den la discriminación en muchos sentidos.
Cuando la colonia española en América estaba en su apogeo, se vio incluso en el vaticano la posibilidad de que los originales de estas tierras no tenían alma que salvar y eso los convertía en bestias de carga con la aprobación de los ministros religiosos.
Así, que nos queda mucho terreno que recorrer para erradicar la discriminación en todos los sentidos.
Y por supuesto en las parejas, donde no reine, ni el machismo ni el hembrismo que es su par.
Igualdad en todos su valores.
Un gran artículo el tuyo, mis felicitaciones a tí y a los pocos hombres que entienden que se tiene que replantear la posición de pareja y valor de las personas que la compones. Y por supuesto las mujeres valorar a sus parejas y valorarse así mismas.
Gran tarea por delante
Saludos
Hola José: sin los hombres tampoco hubiéramos podido, tantos teóricos (ellas y ellos) trabajando para pensar un destino diferente para la mujer que el estipulado. Y no había yo reparado en el ejemplo histórico que traes, lo estudiaré, a mí también me gusta aprender de otros.
ResponderEliminarUn beso
Ay, me has tocado el punto flaco con Sor Juana, la admiro profundamente, era una mujer excepcional. Ella decidió no casarse, no fue que la rechazaron, la mortalidad periparto de las mujeres era tremenda por aquél entonces, muchas morían al intentar cumplir su deseo de ser madres, ella prefirió entregarse al saber. Tuvo una formación exquisita. Un abrazo Celia, gracias por pasarte y dejar tu comentario.
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarAún queda algo de camino para igualarnos, pero ya es menos la diferencia que la que antes existía.
Un beso.
Gracias Sakkarah.
ResponderEliminarEs interesante tu comentario, la paridad ha de estar en los sueldos y en las oportunidades laborales, ante la ley, etc, en todo lo demás somos diferentes, como una mujer es también diferente a otra mujer y viva la diferencia.
Un beso.