martes, 24 de agosto de 2010

FOBIA A VOLAR O AL AVIÓN.



La fobia es definida por la medicina como un miedo irracional. Los aviones son frecuentemente un objeto común de las fobias, hablamos de la conocida fobia a volar o aerofobia.
Para el psicoanálisis, el objeto de la fobia es secundario, cobrando toda la relevancia el sujeto que la padece. Por ello, no clasificamos la fobia por su objeto: hidrofobia (fobia al agua) agorafobia (miedo a los espacios abiertos) claustrofobia (miedo a los espacios cerrados y pequeños), etc., sino que distinguimos fobias simples, aquellas que muestran un miedo exagerado a algo a lo que casi todo el mundo en algún momento de su vida tiene algo de temor: las serpientes, la oscuridad, las tormentas…, que son más del orden de la histeria, y otras fobias, cuyo objeto es más inusual: fobia a los caballos, a los perros, etc. La agorafobia es especialmente frecuente en los pacientes con neurosis de angustia o trastornos de angustia.
Ese aspecto de irracionalidad que tiene la fobia es porque se produce un desplazamiento a nivel psíquico. El desplazamiento es una deformación que da aspecto de absurdo para la conciencia aquello sobre lo que recae. Se entenderá mejor con un ejemplo.
Las fobias a los animales son muy frecuentes en niños, en los que la distancia entre el animal y el hombre es mucho menor que para el hombre adulto. El primer amor del niño es la madre, y su primer rival por el amor de la madre es el padre, del que teme un castigo si él llegase a averiguar lo que el niño siente por la madre. Pero además de temerlo, el niño ama al padre, ahí es donde aparece el conflicto, que se resuelve por un desplazamiento del miedo sobre un objeto exterior, ya no teme al padre, ahora teme al animal; al perro, al caballo, etc. En realidad, cuando se teme al padre, se renuncia a la madre, pero el paciente fóbico no quiere renunciar. Por no estar el temor o miedo al padre en su lugar, aparecen temores o miedos a todo. El Miedo protege de los miedos.
Las fobias al avión las podemos incluir dentro de las fobias al transporte (como son las fobias al metro, autobús, coche, tren...) No olvidemos que el primer transporte que conoce el niño es el seno materno, el vientre de la madre, que nos aloja durante los nueve meses de embarazo. Las fobias al avión siempre tienen un componente de claustrofobia (miedo a quedar encerrado en espacios pequeños). El vientre materno también es llamado claustro materno. ¿Dónde entra el fóbico cuando entra en el avión? ¿reingresa en el cuerpo de su madre? Generalmente los peores momentos son cuando se cierran las puertas, ahí el paciente siente que ya no hay escapatoria. No está el miedo al padre para realizar esa separación necesaria de la madre. Aparecen los miedos.
Sólo en un proceso analítico, el paciente fóbico puede una vida sin temores, sin miedos. No sin miedo, porque el miedo nos protege, pero no se siente. Los miedos se sienten, se padecen.

jueves, 19 de agosto de 2010

EL PROBLEMA DE LOS HIJOS QUE PEGAN A LOS PADRES.

Cuadro: Puentes invisibles. Miguel Menassa



Están apareciendo en las páginas de los periódicos noticias sobre algo que llaman una nueva patología. Los hijos que maltratan a los padres. Frente a esto aconsejan denunciar a los hijos a la policía ¿No les parece que es mejor hablar que denunciar, que es más civilizada la intervención de un psicoanalista que la de la policía?
Estos chicos no son criminales innatos, como he oído decir a muchos supuestos especialistas en el tema, que hablan de predisposición genética y otras cosas imposibles de demostrar.
En el humano, todo se hace entre palabras, y como se hace, también se puede deshacer. Hablan de las familias como si no vivieran en el mundo, y en el mundo pasan cosas ¿Cómo quieren que los jóvenes acepten la Ley, cuando, por ejemplo, el partido en la oposición cuestiona a los magistrados y a la policía constantemente, mientras ellos se saltan la ley de manera perversa y consiguen con artimañas no ser castigados?
Y luego están dale que dale con los límites y la ley. Esto no se arregla con más represión, sino con más cultura. Un niño que sabe conversar, no necesita patalear, chillar, golpear. Los límites evidentemente son necesarios, pero hay que tener algo que limitar, hay que educar primero, culturizar, invitar a la lectura, a la conversación.
No se trata de buscar culpables, pero tampoco de victimizar a nadie. Cuando se llega a esa situación, todas las partes están implicadas. Padres e hijos. Hay que atender a todos los miembros de la familia.
Miguel Menassa viene a decir en uno de sus aforismos que el respeto tiene que ver con el ejercicio de un conocimiento, no de la fuerza.
Y además, los “supuestos expertos” señalan que es la madre la “víctima” más frecuente de los malos tratos, y no tienen en cuenta cuestiones entre los hijos y las madres que funcionan inconscientemente, a veces un golpe es una caricia a alta velocidad, es una manera de tocarse, de aproximar el cuerpo al cuerpo del otro. Muchas veces la hostilidad esconde un intenso amor. Y a la madre, no conviene amarla tanto, porque si no, pasa lo que pasa. Estas cuestiones hay que analizarlas, hablarlas con un verdadero experto, con un psicoanalista.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Y POR QÚE TENDRÍA YO QUE PSICOANALIZARME?

Cuadro: El terapeuta, de Magritte.

-¿Y porqué tendría yo que psicoanalizarme?
- Yo probaría a transformar su pregunta y le diría ¿no temerá usted a su deseo de psicoanalizarse? Preguntarse si uno tiene la obligación de hacer algo es quizás no aceptar el deseo de hacerlo.
- Si, pero dígame ¿para qué sirve el psicoanálisis?
- Usted podría preguntarse qué es lo que espera del psicoanálisis. No se trata de lo que el psicoanálisis hace con uno, sino de lo que uno hace con el psicoanálisis. Algunos llegan para mejorar su sexualidad, superar su frigidez o su impotencia, otros para sortear sus inhibiciones: escritores con problemas para escribir, actores con miedo escénico, otros porque no toleran la angustia previa a cualquiera de sus actos, o porque les embarga la tristeza… No sé, hay muchas excusas para comenzar un análisis, pero ¿a usted qué le pasa?
- A mí nada.
- Quizás es eso lo que le pasa: que nunca le pasa nada.
- Bueno, no sé, algo me pasa, pero ¿cómo sé que es al psicoanálisis al que tengo que acudir?, hay muchas otra terapias.
- Mire, usted llamó al psicoanalista, seguro que tiene alguna respuesta a esa pregunta. ¿por qué entre todos los profesionales que podía haber elegido me llamó a mí, que soy psicoanalista?
- Pues no sé, pero es verdad, lo que está claro es que fui yo quien decidí llamarla.