Freud decía en sus comienzos que la pulsión
sexual era la fuerza más poderosa del
sujeto. Aclarando, por supuesto, que sexual no es sólo genital y que la represión, la sublimación y otros
destinos de esta pulsión, son necesarios para hacer grandes cosas.
La genitalidad es parte de la vida de cada
sujeto, mantenga o no relaciones sexuales.
Cuando el primer Goce que se conoce es un
goce onanista, el goce de la masturbación, y se permanece en él, o se retorna a
él por las exigencias de la relación con los otros, la pornografía puede tomar
ahí su papel como auxiliar: un hombre o una mujer de cartulina, o una imagen proyectada
en la pantalla del ordenador, alguien que no comporta la complejidad de un
humano, un semejante viviente, hablante y deseante. Que no reprocha, ni
demanda, ni desea. Algo a merced de nuestro deseo, en lugar de alguien a merced
de su propio deseo, o lo que es aún más complejo, de sus pactos con otros
humanos. Un goce autoerótico, en lugar de un goce intermediado por el otro.
Pero no sólo el consumo compulsivo de pornografía,
también la droga es un goce autoerótico: la droga, que produce una “sensación placentera” mientras se
consume (después vienen los periodos de abstinencia, donde el placer queda
sustituido por sufrimiento, o por el goce de la ausencia), a la que no se le
tiene que pedir permiso, que no protesta y está siempre dispuesta a satisfacer
al usuario a cambio de un poco de dinero. Goces masturbatorios: “con mis propias manitas”, sin necesidad de
otros.
Un Goce que incluya un tercero, ya es un Goce
más civilizado, para aceptar la participación del otro en mi Goce, he tenido
que aceptar alguna diferencia, que en el mundo hay humanos que hacen diferente
que uno. Y no estoy hablando del acto
sexual exclusivamente. Todo acto humano conlleva un goce, y es más civilizado
si incluye a otros.
La pornografía triunfa porque es un negocio,
es una cuestión económica, de economía política, pero para que triunfe es
necesario un apoyo en la economía libidinal, es decir, sólo porque hay en el
sujeto un no saber cómo vérselas con su sexualidad, con las diferencias, con el
otro semejante, es que la pornografía vende, puede ser hecha negocio.