sábado, 31 de enero de 2009

LA AGRESIVIDAD EN LAS RELACIONES PROFESIONAL DE LA SALUD-PACIENTE. 2


Cuadro: La playa encantada. Dalí.


Habíamos comenzado a hablar de la agresividad en las relaciones médico- paciente, o más ampliamente profesional de la salud-paciente. Hablamos en el anterior artículo de lo que sucede cuando la agresividad proviene del paciente y cómo se debe responder a ella, pero ¡ojo!, esto no le pasa sólo al paciente. Hay cosas que despiertan también la agresividad del médico:
a) La ausencia de reconocimiento por parte de algunos pacientes: Hay muchos profesionales que necesitan que el paciente les reconozca su trabajo. Generalmente esta necesidad de reconocimiento tiene que ver con una demanda de afecto por un lado, y con una inseguridad en el desempeño del propio trabajo por otro. Si el médico está seguro de que desempeña correctamente su trabajo, no necesitará ir a buscar reconocimiento en el paciente, ni dudará de su trabajo cada vez que el paciente no se lo reconozca. Hay que tener en cuenta que por la repugnancia que todo humano tiene a ser ayudado, lo más normal es que al paciente le cueste reconocer la ayuda recibida, es frecuente que la niegue. Si él quiere decir que se curó solo ¿qué importa?, en el fondo sabe que no es así, en tanto sigue acudiendo al profesional. El médico debe permitirle decir lo que quiera y no tomarlo como algo que tiene que ver con el médico, son asuntos del paciente, no conviene ir por la vida haciéndose cargo del pensamiento de otros.
b) La agresividad del paciente despierta la hostilidad del médico. ¿por qué me tiene que tratar así?, ¡no tengo porqué aguantar esto!, ¡este hombre es un maleducado!, son expresiones que el médico puede llegar a pronunciar en las que se advierte que ya ha cometido el primer error: se ha tomado la actitud y las palabras del paciente como algo personal. El primer impulso es a responder con agresividad a la agresividad. Pero como el médico es el profesional, debe ser él el que aprenda a no confundir las cosas que le pasan al paciente con las suyas propias.
c) La falta de cumplimiento terapéutico: El no seguimiento del tratamiento es un daño que el paciente se autoinflige a sí mismo. El médico no tiene porqué enfadarse. En ocasiones el médico se lo toma como si el paciente, al atentar contra el tratamiento, atentara contra el médico, y sin embargo, sólo atenta contra sí mismo.
d) Como corolario final repetir que la confianza debe ser construida, que se construye con el tiempo, el trabajo y la escucha, que si procuramos tener paciencia y no apresurarnos, el paciente podrá transformar la relación que ya traía de casa con “el médico”, esa relación transferencial, en una relación actual. Es fundamental no tomarse las cosas de manera personal. Lo primero es revisar si el paciente realmente no tiene motivos para enfadarse, para esto hay que escucharle más allá de los gritos, escucharle sin tener en cuenta el tono o el volumen de la voz, y si realmente el médico no ha cometido ningún acto al que es lógico que el paciente responda con enfado, entonces, el enfado no tiene que ver con el médico, es un enfado del paciente, algo que le pasa a él y que no tiene que ver con el profesional, este simple hecho: distinguir las cosas del paciente de las cosas del médico, ayuda a no responder con agresividad a la agresividad verbal, y suele evitar que el paciente o los familiares lleguen a la agresión.

6 comentarios:

  1. Es muy interesante lo que planteas , fundamentalmente porque el tema de la indiscriminación médico-paciente puede muchas veces interferir de entrada en la relación y en el posterior tratamiento no?
    Bueno la indiscriminación en general lo perturba todo, pero también requiere de un trabajo interior de análisis por ambas partes , uno como paciente necesita discriminar que la mala predisposición de un médico a la escucha ,la apatía y demás gestos son su propio problema pero claro se establece en ese caso un nexo que es complejo el "poder " que de cierta manera se establece cuando uno va a consultar ya que se deposita en el médico un saber y una esperanza de ayuda en ese caso veo más difícil que el paciente se discrimine porque tiene doble carga ,padecer la enfermedad y discriminarse si ese día el médico de turno tenía un mal día .

    ResponderEliminar
  2. Hola Verónica:
    Así es: la separación de lo que es mío: mis afectos, mis deseos, mis prejuicios de lo que es del otro, quizás es una de las cuestiones más complejas que hay: somos semejantes, humanos, pero también somos diferentes: no somos uno.
    Debemos huir de la reacción en cadena de los afectos (que lo que siente el otro desencadene en mí el mismo afecto), y yo creo que sí, la responsabilidad principal es de los profesionales. Hay quien necesita psicoanálisis urgentemente.

    ResponderEliminar
  3. ALE, DOS CONDICIONES PARA UN PROFESIONAL, RESPETO Y PROFESINALIDAD...
    BUEN FIN DE SEMANA
    A SIDO UN GUSTO CONOCERTE ESTA SEMANA !!! UN BESO

    ResponderEliminar
  4. Estoy de acuerdo, Goyo. Una buena formación y saber manejar los propios afectos para no perder los papeles, lo que requiere de un trabajo personal sobre el profesional.
    Un beso

    ResponderEliminar
  5. Profesionalidad. Esta es una de las claves. Como dice Alejandra, cuando el médico o terapeuta, responde a la agresividad con agresividad, comete el primer error. Yo diría que el único; el error suficiente para que todo se desmorone. No todo consiste en dominar las técnicas de dgtco. y ttto. sino que además hay que saber moverse en el terreno casi pantanoso y escurridizo de las "relaciones humanas", y además desde un plano profesional, y a veces institucional.
    Conocer como profesionales, aquello que a nuestros pacientes les provoca tensiones, es na ventaja que no podemos despreciar.

    ResponderEliminar
  6. Gracias Francisco, me resulta muy interesante conversar contigo. Te agradezco tu lectura siempre tan precisa e inteligente.
    Un saludo

    ResponderEliminar